Las Fake News



EL VERDADERO PELIGRO DE LAS FAKE NEWS

La desinformación constituye una de las mayores preocupaciones de los países democráticos. Detrás de las noticias falsas o fake news se articulan, en numerosas ocasiones, estrategias para manipular la opinión pública y erosionar la estabilidad de los Estados y sus instituciones.

Esto solo debilita los esfuerzos públicos para hacer frente a crisis graves, como por ejemplo el brote de coronavirus. 

Pero, qué pasa si estos esfuerzos públicos no están bien encaminados. Qué ocurriría si los líderes y partidos populistas son los que empeoran esta situación promoviendo teorías de conspiración y cuestionando la credibilidad de los expertos con el único objetivo de atraer votantes. 

El resultado sería la distorsión de elecciones regionales, nacionales y europeas. Como se menciona en el artículo a considerar, la campaña presidencial de 2016 en Estados Unidos inició un nuevo modo de hacer política a través de esas noticias falsas, pues parece que para que una persona gané popularidad tiene que ser entre otras muchas cosas, un mentiroso. Parece ser que los bulos son el único medio para acceder al sistema, para hacerse un hueco entre otras claves. A modo de metáfora “se ponen el jersey más llamativo para que los medios les atiendan. Y ese jersey es un gran bulo”.

Cabe destacar que en España, los datos apuntan a que los simpatizantes de Podemos y Vox manifiestan actitudes populistas o conspirativas ligeramente por encima de la media total.

Un dato curioso y, al mismo tiempo preocupante, es que los partidos políticos contratan agencias para amplificar sus mensajes sobre todo en vísperas de elecciones. Estas agencias estudiarían el público del partido político en cuestión y utilizarían las redes sociales como estrategia para difundir ciertas informaciones y cambiar el sentido del voto. 

En definitiva, las fuentes oficiales de información han perdido la credibilidad que antaño tuvieron; y los bulos y la desinformación representan desde hace tiempo una amenaza global para la libertad y para la democracia. Sin embargo, en la actualidad, el anonimato de las redes hace que circulen más noticias falsas y de manera más rápida, a la vez que de la mala educación se pasa a posiciones que a menudo son directamente agresivas.

Un personaje que se ha citado en numerosas ocasiones en el artículo sin ir más lejos ha sido Trump, que ha recurrido en numerosas ocasiones a las redes sociales para lanzar acusaciones sin fundamento y cuyo ascenso al poder se puede atribuir a las fake news.

Analizando la situación concreta de España podemos decir que, aparentemente se encuentra firmemente comprometida en la lucha contra la desinformación y trabaja activamente en el marco de la Unión Europea para establecer procedimientos ágiles y efectivos. Toda la administración se encuentra implicada en la lucha contra la desinformación y cada ministerio dentro de su ámbito de actividad. Además, nuestro país lleva a cabo múltiples acciones en materia de lucha contra la desinformación a través de sus instituciones y ha establecido mecanismos de coordinación permanente entre los diferentes órganos de la Administración, entre los que destaca la Comisión Permanente de lucha contra la desinformación establecida en marzo de 2019.

Hasta ahí todo parece muy bonito e idílico pero ¿Realmente se está cumpliendo todo lo dicho?. ¿Qué pasaría si el propio Gobierno no cumpliera estas premisas?

Para responder a esta pregunta la situación de la pandemia nos sirve de gran ayuda, una ejemplificación perfecta de cómo el gobierno usó una de estas fake news de las que hablamos. En concreto, afirmando la existencia de un comité de expertos cuando realmente no existía. Con el pretexto de que no se podían dar los nombres de los técnicos porque eran funcionarios y para no recibir presiones. El comité de expertos no existió porque no se contrataron científicos para gestionar las desescaladas. Resultó que estaba formado por un único “experto”: Fernando Simón, aquel que aseguraba que en España habría “algún caso como mucho” de coronavirus.

Además, controlar la información de los medios no afines y redes sociales acusándolos de difundir bulos es sin duda una forma de tapar su nefasta gestión de la crisis sanitaria. Como cuando acusó a la Cope y a la “prensa madrileña”  de actuar con los “poderosos” sin tener ninguna prueba ni buscarla. Para ello, utiliza todos los instrumentos en su mano y la colaboración de medios privados como La Sexta.

Y que hay más rastrero, que usar la ayuda a los más necesitados como una fake new. Esto lo podemos observar en cómo la guerra de Putin se convierte en el centro de los discursos de nuestros políticos . En concreto el presidente aseguraba que España era el cuarto país más solidario con Ucrania, algo que nos llama la atención ya no solo por los datos de refugiados sino porque la Fundación Madrina denunció hace poco que las familias ucranianas se replanteaban volver a su país por la falta de ayuda económica prometida por el Gobierno. 

Al igual que las fake news, el problema de Sánchez es su falta de credibilidad, aumentando la desconfianza de los ciudadanos. Ya no importa la verdad sino la impresión Y el público mientras tanto está mirando hacia otro lado. Tenemos que aguantar excusas como “tenemos problemas de agenda”, cuando en realidad prefieren no dar la cara ante los medios.

Si Arquímedes levantara la cabeza ahora mismo se ahogaría en este mar de caos donde la información excesiva nos marea y las mentiras navegan gratis. Las verdades se diseñan en los gabinetes de estrategias, los gobiernos prevarican sin coste, los periodistas traicionan sus principios, las democracias no funcionan correctamente después de todos los logros y esfuerzos de la humanidad por ponerlas en marcha.



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